Al nacer, la médula espinal, normalmente, se encuentra ubicada frente al disco, entre la primera y la segunda vértebra lumbar, en la parte superior de la espalda baja. En un bebé con espina bífida, la médula espinal está todavía unida a la piel que la rodea y le impide ascender normalmente, por lo que la médula espinal es de baja altitud. A medida que el niño continúa creciendo, la médula espinal puede estirarse, causando daño en el bebé. Esto puede derivar en dolor de espalda, de piernas, progresivas contracciones musculares, deformidades ortopédicas de las piernas, escoliosis y problemas de intestino o vejiga. El diagnóstico definitivo de una médula espinal “anclada” se hace a través de pruebas de diagnóstico.
El diagnóstico se comprueba a través de una Tomografía Computada (TC o TAC) o Resonancia Magnética (MRI).
Por lo general, una Resonancia Magnética de la columna se hace para excluir otros problemas. También pueden ser prescriptos algunos estudios adicionales, tales como una prueba muscular manual (MMT) y estudios especiales de la vejiga (urodinamia). Se establecerá una comparación con estudios anteriores para evaluar los cambios y dar un punto de referencia contra el cual comparar después de la cirugía.
La operación consiste en la apertura de la cicatriz del cierre anterior, hasta la cobertura que recubre el mielomeningocele. A veces, se quita una pequeña porción de las vértebras óseas, para descomprimir la médula espinal.
El niño, generalmente, puede reanudar sus actividades normales en pocas semanas. La tasa de complicaciones derivadas de esta cirugía generalmente es de 1 a 2 %. Las complicaciones incluyen infección, hemorragia, daño a la médula espinal o el mielomeningocele, que puede resultar en disminución de la fuerza muscular, de la vejiga o de la función intestinal. Sin embargo, ya que los síntomas de la inmovilización pueden ocurrir durante el período de crecimiento, de 10 al 20 % de los pacientes requieren reiteradas cirugías.
Las mujeres en edad fértil, pueden reducir el riesgo de tener un hijo con Espina Bífida mediante la incorporación de 400 microgramos (mcg) de ácido fólico todos los días. Debido a que es soluble en agua, el ácido fólico no se queda en el cuerpo por mucho tiempo y tiene que tomarse todos los días para ser eficaz contra los defectos de los nervios. El ácido fólico debe tomarse si una mujer está o no planeando un embarazo, ya que el índice de embarazos no planificados es alto. La investigación ha demostrado que si todas las mujeres en edad de procrear tuvieran una correcta dosis de multivitaminas, ácido fólico, vitamina A y B, el riesgo de problemas del tubo neural podrían reducirse hasta en un 70%.