Quiero contar la maravillosa experiencia que tuve con una cirugía que me realizó el Doctor Enrique Gobbi, para, tal vez, ayudar a otros pacientes que sufren dolencias insoportables, a que tomen la decisión y acepten esta opción como tratamiento y que en mi caso me devolvió la calidad de vida que desde hacía tanto, había perdido.
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Hace aproximadamente un año, comencé con molestias en el brazo izquierdo. No podía entender si eran musculares, posturales, si había sido producto de algún golpe, o un mal esfuerzo. Era una especie de electricidad, que además no siempre era en el mismo lugar. A veces me dolía el hombro, otras el codo, otras en el brazo o antebrazo.
Comencé a tomar analgésicos cuando dejaba de ser una molestia y empezaba a perturbar el dolor. Al principio resultaba, pero conforme pasaban los días y ya no hacían efecto (analgésicos de venta libre).
Recuerdo un día de junio, tomaba mate con amigas, y me agarraba las manos por detras del respaldo de la silla, porque no encontraba postura que destrabara ese dolor. Esa era la sensación, que estaba trabado y que seguramente con algún movimiento algo en el brazo iba a hacer click y se iba a pasar. Algo me apretaba un cable en el brazo que hacía que tuviera esas sensaciones.
Todos los movimientos que requerían que usara el brazo izquierdo sin apoyarlo me provocaba un dolor insoportable. Lavarme la cabeza se convirtió en un castigo, colgar la ropa en la soga o en una percha, ponerme crema en la cara, tambien.
En el mes de julio ya no podía destapar una botella de gaseosa, ni levantar una fuente de comida, ni dormir abrazada a mi marido.
La semana anterior al día del niño no dormí por 5 días y ya no encontraba postura que hiciera que ese dolor que ya era insoportablemente agudo, pasara.
Fui a la guardia de un sanatorio muy conocido 5 veces a la guardia en 3 días. Tenía la mano morada e hinchada de tal manera que casi había desaparecido mi alianza adentro de mi dedo. El traumatólogo que me atendió la primera vez me hizo sacar una placa de cervicales, me indicó que usara un collar de filadelfia me recetó ibuprofeno y me hizo aplicar un analgésico intramuscular. Me dijo que con eso iba a poder dormir y que sacara turno con un especialista de columna y me dio la orden para hacer una resonancia. Todo esto sin siquiera tocarme, como si en vez de dolor tuviera lepra.
Volví a mi casa, no dormí por el dolor y esa misma tarde volví a la guardia. Me recetaron diclofenac relax, valium y me dieron otra intramuscular con valium y ahora SI iba a dormir.
No dormí, sólo lloraba, creo que alucinaba, y pensé en que si me golpeaba lo suficientemente fuerte el codo contra la pared y lograba romperlo, tal vez doliera menos.
Volví a la guardia a la mañana siguiente. Y a la tarde siguiente, y a la noche siguiente. Lo único que hicieron fue cambiarme de analgésico. Algunos decían SI al collar, otros decían NO al collar. Si estaban de acuerdo en no tocarme ni siquiera la mano y el brazo para revisarme, tal vez temían al contagio.
La quinta fue la vencida y me internaron. Como paciente nunca supe qué cocktel tenía en la medicación endovenosa, pero podía pedir rescates de morfina cada 4 horas. El traumatólogo que me atendió, me dijo que segun la resonancia tenía una hernia de disco, y que lamentablemente para eso no existía en el mundo tratamiento alguno. Mientras estuve internada tuve dos sobredosis de morfina y una hepatitis medicamentosa. Mi única opción despues de 10 días de morfina fue hacerme un bloqueo del dolor. Lo hice y me dieron de alta. En casa mi medicación consistió en pregabalina 2 veces por día y tramadol cada 6 horas. A los 2 días tuve otra sobredosis y me cortaron toda la medicación.
A estas alturas ya había hecho los trámites para cambiarme de prepaga y atenderme donde sabía mi problema iba a ser resuelto. Igualmente fui a mi turno con el especialista de columna que ya tenía antes de haber sido internada. El dr. K me dijo que mi problema no tenía tratamiento, no era quirúrgico, y me mandó a hacer natación o deportes de bajo impacto.
Así lo hice y comencé a practicar acuagym. Soporté 2 clases. Cambié e hice natación. A pesar del dolor me esforzaba cada vez más creyendo que era parte de la rehabilitación. A los 2 meses estábamos como en julio, y supuestamente el bloqueo duraría un año.
Finalmente en diciembre llegó mi turno con mi salvador MI cirujano el DR. E.G. que me suspendió todo tipo de ejercicio físico, me medicó, ME REVISO y me dio las órdenes para realizarme T.A.C., RNM, electromiograma con potenciales evocados, 7 RX, y con todos los estudios en la mano (enero de este año) me dio un diagnóstico y una posible solución. 2 vértebras estaban apretando el nervio que iba para mi brazo izquierdo y la solución era separarlas y colocar un implante.
Me habló de los riesgos (que eran mínimos) y de los beneficios (que eran muchos), mi decisión fue instantanea y afirmativa. Yo quiero para mi la mejor calidad de vida que pueda tener, y lo que tenía eran sólo padecimientos.
El 9 de marzo me operó. Lo primero que hice cuando me desperté fue saludar como reina de la vendimia con mi nuevo brazo izquierdo. ESTABA FELIZ !!!!
El post operatorio no es sencillo y es incómodo, pero nada de lo que pasó despues se compara con lo que sufrí antes.
Hoy, 16 de abril, sigo usando collar de gomaespuma, que me lo saco cuando estoy en casa, cada 15 días me saco una placa que MI DR. E.G. revisa y me otorga un avance. En una semana tengo que volver a ir y seguramente tendré otro progreso.
Esta cirugía me cambió la vida, y ojalá muchos pacientes que soportan dolores espantosos día tras día, confíen en los profesionales adecuados, esos que orientan, contienen y hablan con sinceridad y empatía y logren animarse a una maravillosa rehabilitación.
Espero no haber sido demasiado extensa y aburrida. Pero quería contar mi experiencia.
Gracias a MI DR. E. G. y los profesionales que lo ayudaron conmigo.